Director del Instituto de Investigaciones Filosóficas, Universidad de Costa Rica
Los modelos más estrictos de investigación, que en algún momento se constituyeron como los patrones por excelencia de desarrollo del conocimiento, suponen una apuesta por una especie de identidad del objeto de estudio, así como por una idoneidad del o de los sujetos cognoscentes, además de los instrumentos de indagación o análisis; como si los acontecimientos estuviesen perfectamente determinados, por la vía de una reducción epistemológica eficiente y suficiente o por una perfecta definición de los objetos-muestra; de la misma manera que los cognoscentes estuvieran todos –o, si es uno, cada vez- en una adecuada relación con su problema, sin prejuicios, ni distracciones, ni debilidades, ni ventajas excesivas.
Mas sabemos que semejantes condiciones raras veces son alcanzadas, y más bien nuestros esquemas idóneos de conocimiento generan disparidades, o inconformidades, que nos hacen sentir la tentación de la indefinición, si no del escepticismo.
Así, el gustado enfrentamiento entre las metodologías cualitativas y las cuantitativas, más parece una manifestación de esa seductora idea de la pureza y la perfección, fundada además en ejemplos elegidos ad hoc, para llevar agua a un molino que quizás convendría que se detenga. Es cierto que hay logros fundamentales a partir de una y otra alternativa metodológica, y quizás algunos problemas son realmente más comprensibles con estas herramientas en su mejor expresión -¡cuánto no ha crecido y puede crecer la bioética, por ejemplo, con la visualización de ciertos acontecimientos en su singularidad; o la procedimientos sanitarios a la luz de la representación formal y cuantificada de lo que se evidencia en grandes o significativas muestras poblacionales!-; pero en general podríamos atrevernos a postular que relativizar o suavizar posiciones, en busca de fórmulas de convergencia - a sabiendas de que las divergencias son necesarias y siempre permiten crecer en la consideración de las cuestiones-, podría realmente constituirse en una estrategia de acción adecuada.
Una propuesta de esta naturaleza ciertamente puede generar desajustes presupuestarios, y de temporalidad evidentemente, para el grupo de trabajo y quizás para algunas disciplinas resulte casi una afrenta; pero los logros epistemológicos demostrados de unos y otros, que tantas veces se solazan en atacarse mutuamente, bien pueden ser compartidos, pero sobre todo aprovechados.
Consideremos un ejemplo. La enfermería, una disciplina que paulatinamente ha venido venciendo sus debilidades teóricas por la vía del crecimiento en investigación y conocimiento específico, tiene un dilema por demás significativo: resulta que ha encontrado en lo cualitativo la gran solución para fundamentar su quehacer, y sin embargo su alimento académico más destacado y respetado está forjado a partir de universalizaciones cuantitivistas, las que realizan normalmente otras disciplinas biomédicas, y evitan las investigaciones más propias de los y las profesionales del campo.
La gran excusa para esto, por supuesto, está que trabajan con y para personas, y estas merecen un nivel de particularidad que desentona con la idea de modelación universal impositiva. No obstante, es claro que en la medida en que crezcan los estudios comparados y el número de muestreos, también se tendrán mejores instrumentos de indagación, y sobre todo para la propia indagación cualitativa. Para enfermería la sujeción a un enfoque puede darle ventajas, pero en la debilidad, la misma que probablemente tiene el especialista que nos mira con “cara de caso”, de un número más de la larga fila que le tocó atender.
La gran excusa para esto, por supuesto, está que trabajan con y para personas, y estas merecen un nivel de particularidad que desentona con la idea de modelación universal impositiva. No obstante, es claro que en la medida en que crezcan los estudios comparados y el número de muestreos, también se tendrán mejores instrumentos de indagación, y sobre todo para la propia indagación cualitativa. Para enfermería la sujeción a un enfoque puede darle ventajas, pero en la debilidad, la misma que probablemente tiene el especialista que nos mira con “cara de caso”, de un número más de la larga fila que le tocó atender.
Así las cosas, creemos que midiendo fortalezas, cuanto las debilidades de unos y otros, podríamos superar ese curioso maniqueísmo epistemológico contemporáneo que quizás nos empobrece más de lo que pensamos. En otros términos, la vieja lucha entre la forma y materia, la “desvelación” y la representación, los números y las cosas, que animó la filosofía desde Platón, no puede seguir campante. Es tiempo de abrir espacio a aquello que los pitagóricos conocían como las medias proporcionales –convergencias diríamos contemporáneamente-, el conocidísimo y prudentísimo justo medio aristotélico, o la sana tolerancia macedonia antigua que se fortalecía en el reconocimiento de la diferencia. El intemperante enfrentamiento entre cantidades y cualidades es una sombra. ¡Iluminémosla para que se vea en todo su esplendor!
Querido amigo y tocayo:
ResponderEliminar¡buena y prudente aproximación a una falsa dicotomía!
Sin embargo se trata de dos animales diferentes, que se informan desde distintas miradas sobre lo que es (¡supongamos!) una misma "realidad" sanitaria. Pero lo que uno de los animales busca, no lo busca el otro, y viceversa. Aunque se amplíen y multipliquen los estudios cualitativos, seguirán brindando una información diferente, así como los cuanti no podrán aprehender algunos niveles que solo puede brindar, por ejemplo, la narratividad.
Un respetuoso abrazo
Luis Justo